“El incendio”, cinta argentina de Juan Schnitman, narra el
declive de la relación de una pareja. Ambos están a punto de comprar una casa,
pero las grietas en el romance se van haciendo intolerables. Y los dos lo
saben; y lo que es peor: lo sienten. Lo sienten en su día a día, en su trabajo,
en esos momentos incómodos que pueden pasar juntos.
Esa idea de sentir es muy importante, porque la película
parece impregnada de violencia. Pero no se trata de una violencia física, que
explota de maneras más o menos viscerales: se trata de una violencia que está
en lo cotidiano, en las pequeñas acciones, en los momentos aparentemente
intrascendentes. Desde una discusión de pareja hasta un altercado en el lugar
de laburo, pasando por aquellos situaciones en las que los personajes están
solos y buscan encontrar algún tipo de solución a la tensa situación que viven.
“El incendio” es una película intensa, de sensaciones que
explotan pero que lo hacen en los planos más cotidianos, en aquellos momentos
en que uno podría pensar que no pasa nada, y sin embargo pasa de todo. Es como
si el malestar mismo contagiara otros elementos de la vida de los personajes:
de pronto, aquellas situaciones que uno puede relacionar al azar o a un hecho
desafortunado de la misma cotidianidad se ven inmediatamente conectadas a esa sensación tensa, de situación
que está a punto de explotar, como es la relación entre los personajes.
¿Y como se conectan? Pues la cámara en mano, de planos
largos, de Schnitman, es la base para este retrato: nerviosa, sigue a los
cuerpos de los personajes y los muestra de manera descarnada, mostrando su
crispación en todos los niveles. En “El incendio”, no parece haber posibilidad
de paz o de solución posible: hasta los momentos aparentemente más relajados (como la notable escena de sexo hacia el final de la película) están
impregnados por una especie de crispación o de urgencia que hace recordar en
algo al cine de Casavettes. El director
argentino coloca la violencia como una conviviente más de la relación, relación
de la que somos testigos del triste y lento final. De ahí la sensación de
inquietud que genera el filme.
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