“Asu Mare 2” comienza
inmediatamente después de donde termina la famosa primera parte: tras el beso
con Emilia (Emilia Drago), ‘Cachín’ (Carlos Alcántara) vuelve al mundo de
Mirones, a sus amigos y a su barrio, mientras trata de conquistar a su
pretendida, quien no podría ser más distinto a él: una chica pituca, con casa
en La Planicie, y cuya vida está arreglada de antemano. Entramos, de esta
manera, a los terrenos de la comedia romántica: el personaje deberá hacer todo
lo posible para superar esas barreras que los separan, lo que no será fácil, ya
que un arrogante galán (Christian Meier) también está tras los pasos de la
joven.
La cinta de Ricardo Maldonado
basa su premisa en un concepto: el chico debe superar todas las barreras
sociales posibles para obtener a la chica. Barreras que pueden ser desde estar
en un discoteca pituca hasta un cumpleaños en donde uno se siente totalmente
extraño.
El principal problema del film
radica en que, justamente, ese concepto nunca llega a transmitirse en una
puesta en escena que explote los diversos elementos expresivos que trae una
situación como la planteada. Las diferencias entre los personajes son casi
siempre explicadas a partir de diálogos (la escena de la discoteca, que ocurre
en los primeros 15 minutos de película, es muy clara en ese aspecto). La
narración, de esta manera, está llena de chistes verbales o chascarrillos que
pueden ser más o menos graciosos, pero que no le otorgan cohesión a la
propuesta.
Y es que todo el tiempo se siente
que “Asu Mare 2” está más preocupada en ilustrar su concepto y en apegarse lo
más posible a su guión que en aprovechar las situaciones que plantea su
historia para generar delirio, desenfreno, absurdo. Por eso, el filme está casi siempre con una camisa de
fuerza puesta: la película va acumulando secuencias que siempre se terminan
sintiendo como ilustraciones aplicadas de un mismo concepto, como para que
queden muy claras las diferencias entre el chico de barrio y la joven pituca, y
los efectos que tiene esa distancia en la vida de los protagonistas. Y esa repetición
termina desgastando la propuesta.
Tampoco ayuda, por ejemplo, que
el peso del antagónico recaiga tanto en un personaje como el de Christian
Meier. No es por culpa del actor, sino por el diseño de personaje mismo: se
trata de una caricatura sin matices de un villano. Entendemos que estamos en
una comedia, y que las caricaturas suelen formar parte del imaginario del
género. Pero incluso en esos casos los personajes no suele ser tan
unidimensionales en su diseño: algún tipo de malicia, de inteligencia o hasta
de capacidad de intimidación hay en ellos, incluso cuando pueden ser objeto de
risa. Nada de eso ocurre con el personaje de Meier, que acumula clichés que son
siempre objeto de burla, pero que nunca consigue ser un contrapeso a los
embates de Cachín por conseguir a la chica de sus sueños.
¿Tiene momentos rescatables “Asu
Mare 2”? Sí. Y son aquellos en los cuáles la película se libera de su línea
narrativa de fierro y permite que sus actores, en especial Alcántara, hagan
comedia. Ahí está, por ejemplo, todas las intentos por sacar la visa de
‘Cachín’. Ahí vemos su capacidad para desarrollar la comedia verbal y física, y
sus dotes para la exageración y el absurdo. Y la cámara, inteligente, se centra
en el cuerpo y en la gestualidad del actor. Esos momentos cumple el rol del
‘stand up’ de la primera parte: son esos momentos que escapan a la narración y
le dan un aire más divertido y juguetón al fin. Son los momentos de comedia
pura, aquellos en los que no hay que ilustrar nada y el donde el buen ‘showman’
que es Cachín permite que las cosas fluyan. Lamentablemente, tales momentos son
contados.
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